<h2>300 orgasmos al día</h2>
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Michelle Thompson con su novio Andrew, en Lancaster. | News of the
World
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<div ="subtitulo">
<ul><li>Michelle Thompson sufre el síndrome de excitación sexual persistente
</li><li>Por fin ha encontrado a un hombre que la satisface completamente
</li></ul>
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<p ="firma">
Eduardo Suárez (Corresponsal) | <span ="localizacion">Londres</span>
<div ="update">Actualizado <strong ="fecha">jueves 26/11/2009[/B]
<strong ="hora">09:58 horas[/B]
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Hay mujeres que darían lo que fuera por tener un par de orgasmos a la semana.
Y, sin embargo, durante años Michelle Thompson
hubiera dado lo que fuera
por bajar de los 300 al día. Durante años pero ya no. Porque Michelle
ha dado por fin con la horma de su zapato: Andrew, un vecino divorciado capaz de
satisfacer su voracidad.
Lo de Michelle no es un vicio sino una enfermedad poco frecuente ll amada
síndrome de excitación sexual persistente. Una anomalía que
hace fluir más sangre de la debida hacia los órganos genitales propiciando el
clímax y la excitación sexual.
Durante años ha intentado buscar una cura para su trastorno. Ahora no. Ahora
está más o menos satisfecha: "Si alguien viniera y
me quitara para
siempre mis orgasmos, creo que quedaría devastada".
Hasta ahora Michelle había sobrellevado su trastorno entre la alegría y la
desolación. Alegría
por el trajín repentino y constante que le
late en la entrepierna. Desolación por no poder encontrar un hombre que lo
satisfaga.
<h3>Los hombres se cansaban de ella</h3>
"Todos acababan cansados de mí", dijo hace unos días en las
páginas de un tabloide británico, "pero cuando se lo dije a Andrew se rió y me
dijo que él acabaría conmigo primero".
Dicho y hecho: Michelle y Andrew viven en la misma calle pero en casas
distintas y de vez en cuando cruzan de acera para abandonarse a los placeres del
dulce meneo. "Yo podría hacerlo las 24 horas del día y él también, normalmente
cruzo la calle hasta su casa para tener sexo.
Y lo hacemos al menos 10
veces al día", dice.
Un traqueteo que ha disparado la calidad de vida de Michelle, sumida en una
insatisfacción continua por culpa del trastorno. Y no sólo en el plano personal
sino también en su puesto de trabajo: tuvo que dejar su empleo en una fábrica de
galletas porque
el ruido de las máquinas le provocaba orgasmos
continuos.
Andrew es el primer hombre que está a la altura del reto de Michelle. Y no
porque ella no se haya detenido a buscar.
Por su cama han pasado muchos
hombres. El primero aguantó sólo unos meses, incapaz de seguirle el
paso. Hubo uno que aguantó cinco años pero también tiró la toalla. "Cuando
rompimos, estaba exhausto, era un hombre derrotado", dice ella.
Nada que ver con Andrew, que trabaja como
limpiador en una empresa
cercana a Nelson, la pedanía del condado de Lancaster donde residen los
dos. Antes, Michelle buscaba una cura para sus orgasmos. Ahora no. Dice que le
basta con Andrew.
"Ahora amo la vida de verdad, estamos planeando mudarnos a una casa juntos y
lo haremos en cuanto podamos permitírnoslo. He estado buscando alguien como
Andrew durante mucho tiempo y ahora
me siento com